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10 marzo 2013

UN MUNDO POCO CONOCIDO



El coloniense Daniel Baldi, ex jugador de fútbol profesional, comparte su columna con TararirasHOY.


Daniel Baldi, jugó al fútbol en Uruguay, México e Italia. Actualmente es entrenador de fútbol y promueve la formación integral de los futbolistas en diversos proyectos. Escritor, tiene nueve libros publicados, entre ellos "La Botella F.C." y "Mi mundial", libro de oro 2010 y 2011.



Por Daniel Baldi
El cuento que le hicieron a Daniel Baldi y que lo transformó de futbolista en escritor.

Uno de los sueños más frecuentes en niños, jóvenes y padres de este bendito país, es llegar o bien, ver al nene, convertido en jugador de fútbol profesional. Que llegue a defender la casaca de Peñarol o Nacional, alcance jugar en la selección, viaje por el mundo, tenga un pase internacional y eso sí, ¡eh!, gane mucho dinero… así nos puede mantener a todos.

Lamentablemente esto es así. Basta con ir a los partidos de baby fútbol cada fin de semana y ver los rostros transformados de esos frustrados adultos que nunca pudieron llegar a nada en el fútbol. Como gritan, insultan y presionan al niño, haciendo que éste se sienta triste, hastiado y sin ninguna posibilidad de disfrutar algo tan lindo como “jugar a la pelota”.

No tengo dudas de que el baby fútbol sería mucho más sano y útil para el niño si nosotros, los padres, tuviéramos prohibida la entrada a los partidos. Y que si éstos fueran con seis arcos y no importara quien ganó ni quien perdió. Es más, habría tantos goles que al término nadie sabría cual equipo fue el vencedor ni cual el vencido. Basta de campeonatos, medallas, trofeos. El gurí debe jugar, ensuciarse y DISFRUTAR de este hermoso deporte. Basta de entrenamientos similares a los de primera división y técnicos que llevan pizarras con canchas de fútbol dibujadas (como vi hacer una vez al técnico de la categoría de seis años del club Belgrano) tratando de inculcar a los gurises tácticas absurdas pretendiendo que éstos atendieran y salieran a ganar los partidos obedeciendo su estudiado esquema. También en el baby se aprecian técnicos frustrados que creen que están dirigiendo jugadores profesionales. Basta también de hacer entrenamientos con filas interminables donde el niño pasa más tiempo esperando su turno con la pelota en la mano, para luego, defraudado o contento de haber o no convertido el gol, vuelva a tomar posición en el último lugar en la interminable fila.

Sepamos que de estos gurises aburridos y tantas veces presionados, llegaran a primera división el 0,14 porciento. Es así, la estadística lo marca. Increíblemente en un país futbolero, de una generación entera, llegará menos de uno. No tengo dudas que existen talentos en todos los barrios y clubes de cada rincón del país que nunca llegaremos a conocer culpa del bochorno de los padres locos que no logran tolerar ver perder a su hijo.


Queremos que sean Forlán o Suarez, dos gotas de agua en el desierto, cuando la realidad de este empobrecido fútbol, eso en lo que deseamos meter a nuestros hijos sin importar las consecuencias, marca que esta inundado de jugadores sin equipo, jugadores pobres que están entrenando en la Mutual de futbolistas profesionales en pos de conseguir un equipo que les remunere algo, igual el mínimo de la divisional B, doce mil pesos, menos de lo que cobra cualquier pasante de cualquier otra profesión.

No nos damos cuenta que estamos conduciendo a nuestros hijos a la frustración, a que sean pobres, tanto en estima como en educación. Estamos estimulándolos a que jueguen al fútbol dejando de lado lo más importante de cualquier ser humano; la educación. La mayoría de los jugadores de fútbol de este país son personas que viven el día a día sin poder ahorrar un peso. Terminan la carrera deportiva, como tarde, a los treinta y cinco años y ahí se encuentran jubilados, sin un peso y sin saber que hacer durante todo el día. Ruego que hagamos políticas serias, comprometidas con los jugadores de las inferiores. La realidad marca que el noventa porciento de estos chicos abandonaron los estudios sin el ciclo básico terminado.

Hagamos planes que no tengan nombres tan pomposos como goles a largo plazo y tratemos de hacer que los representantes de los jugadores no tengan tanta impunidad a la hora de comprar jugadores a precios irrisorios para después venderlos a millones sin destinar nada a estos humildes protagonistas.
Fundieron clubes, dejaron futbolistas pobres y en la calle siendo ellos las personas más millonarias del país y entre las principales a nivel mundial con plata salida de la materia prima, esa que, recuerden, es el 0,14 porciento de la que inicia.

Cuidemos este patrimonio entre todos. ¡REFLEXIONEMOS!

Me retiro con una anécdota personal muy jugosa.
En el año 2002 jugué para Plaza Colonia, el club de mi ciudad. Ese año hicimos una campaña inolvidable con jugadores tales como: Diego Lugano, Mariano Bogliaccino, Mario Leguizamón, entre otros tantos. Casi llegamos a la copa Libertadores de América si no fuera porque perdimos el último partido de la liguilla contra el Fénix de Carrasco.
En enero del 2003 mi representante me vendió al Cruz Azul de México. Antes de viajar me dijo que el equipo mexicano había pagado 150 mil dólares por mi préstamo de un año y que a mí me correspondería cobrar treinta mil aparte de mi mensualidad, la cual estaba estipulada en  ocho mil dólares mensuales.

En ese momento me pareció poco, máxime sabiendo que compañeros míos rondaban en salarios por encima de los cien mil dólares mensuales.  De todas maneras, analizando la situación, llegué a la conclusión de que para un joven de veinte años, salido de Colonia y sin experiencia en el mundo, estaba bien.

Antes de subirme al avión, le pregunté cuando cobraría los treinta mil dólares del préstamo. Con cara de apuro me respondió que en quince días me los daría el presidente del Cruz Azul.
Llegué a tierras aztecas y la primera sorpresa me la llevé cuando firmé un contrato que decía que ganaría 14 mil dólares mensuales.

Que raro –pensé- ¿por qué voy a ganar ocho si acá figura catorce?
Pasaron los quince días y nadie en el club me mencionaba nada de la plata del préstamo. Preocupado, llamé a mi representante quien, cual actor de Hollywood, se sorprendió de lo que le decía y me contestó que enseguida llamaría al presidente para amenazarlo.

Una semana más tarde mi situación continuaba sin variar. Volví a llamar a mi representante y de nuevo apareció la sorpresa seguida de  la promesa.

Así estuve durante dos meses más hasta que un día, a modo de protesta, decidí ausentarme al entrenamiento. Lo cierto era que no sabía qué otra cosa hacer para que me pagaran lo que me debían.
Esa misma tarde, el presidente del Cruz Azul llamó a mi casa para preguntarme las razones de mi injustificada ausencia.

¡Zas!, mordió el anzuelo –sonreí satisfecho con el teléfono en la oreja- te agarré, ahora vas a tener que pagarme.
Le comenté lo sucedido y de inmediato me citó a su oficina.
Reunido con él, sacó un par de hojas de su escritorio mientras me explicaba que mi representante no había cobrado 150 mil dólares por mi pase sino que, me muestra el contrato real, las cifras manejadas habían sido 400 mil dólares y a mí me correspondían 80 y no 30 como él me había dicho. También agregó que en diciembre, antes de que yo viajara, le habían dicho que el jugador, o sea yo, estaba pasando necesidad, en situación de pobreza extrema, así que le rogaron que me enviara los 80 mil dólares a la cuenta de mi tía. Me mostró los papeles de la transferencia. Resulta que, increíblemente, yo no tenía ninguna tía con ese nombre y esa mujer seguramente sería bastante conocida por la gente que realizó mi transferencia. Obviamente, gracias al trabajo de mis padres, mi mamá docente y mi papá bancario, tampoco estaba pasando necesidad.
También agregó que yo había solicitado que se me pagara por mes la suma de ocho mil dólares en la mano y los restantes seis fueran girados a una cuenta que, oh casualidad, tampoco conocía.

El presidente del Cruz Azul quedó impávido al escuchar que todo era una gran mentira. Me juró que nunca más haría un negocio con mi representante y, debo admitir con satisfacción, lo cumplió. También me recomendó hacerle un juicio, cosa que amenacé hacer pero él, ofendido, me contestó que si lo hacía no volvería a jugar nunca más al fútbol. Al otro día de decirle que la ley lo esperaba me pagó una parte de todo lo que me debía.

Años más tarde me llevó a Italia donde jugué todo un año cobrando un dinero acordado de palabra sin llegar a firmar ni un solo papel en 365 días y sin llegar a ver jamás mi verdadero contrato. Esto fue porque me llamó una hora antes de que cerrara el período de pases europeo diciéndome que había dos opciones en el tapete; una, viajar a Italia al otro día y jugar en la divisional B italiana; la otra, quedarme a jugar en la B de Uruguay. Acepté a regañadientes y nunca firmé el contrato sabiendo que me estaban robando. Al año siguiente quiso hacer lo mismo. Esta vez, cansado del absurdo manejo, le dije que no y me quedé jugando en la B uruguaya, en Bella Vista.  Dos años más tarde dejé el fútbol, hastiado de la impunidad que existe en este mundillo del que padres y técnicos de baby fútbol ansían meter a todos estos indefensos niños. Cuidémoslos, la educación es esencial para que puedan ser mejores deportistas y, sobre todo, mejores personas.


PROXIMOS EVENTOS



PRÓXIMOS EVENTOS


JUNIO:
Sab 7: Mesa de postres en AJUPTA.
Sab 7: Strogonoff del Rotary.
Dom 8: 3ª fecha Automovilismo.
Vier 13: Presentación Libro sobre Wilde Baridón.
Sab 14: Wafles a beneficio del Fondo Luisa Rostán.


 

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