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26 mayo 2013

UN MUNDO POCO CONOCIDO V




El coloniense Daniel Baldi, ex jugador de fútbol profesional, comparte su columna con TararirasHOY.


Daniel Baldi, jugó al fútbol en Uruguay, México e Italia. Actualmente es entrenador de fútbol y promueve la formación integral de los futbolistas en diversos proyectos. Escritor, tiene nueve libros publicados, entre ellos "La Botella F.C." y "Mi mundial", libro de oro 2010 y 2011.



Por Daniel Baldi

Marzo es el mes cuando comienzan las clases, un mes en el que el jugador de fútbol muchas veces se pregunta si va a comenzar algo relacionado con los estudios. Lamentablemente son pocos los que comienzan y menos aun los que terminan.


En este mismo mes pero del año 2002, me pasó algo similar junto al capitán de la selección uruguaya.
Diego Lugano había desembarcado en Colonia procedente del Club Nacional de Fútbol como refuerzo de Plaza Colonia para la temporada 2002. Allí nos conocimos y luego fortalecimos el vínculo cuando él alquiló una casa a metros de la mía.

De modo que, a partir de ese momento, no solo compartíamos los entrenamientos, sino que también nos juntábamos a tomar unos mates por las tardes y charlar de cosas de la vida.
Tengo un imborrable recuerdo de esas charlas. Diego soñaba con jugar un mundial, ese era su principal deseo dentro del fútbol. Ese año nos levantamos a ver los partidos de Korea 2002 y cabeceamos junto a Púa la pelota del Chengue Morales.

Fue en una de esas charlas de marzo, donde él, un día como hoy pero del año 2002, me hizo la difícil pregunta de si yo había terminado el liceo.
Como buen hijo de maestra y hermano de dos docentes, me ruboricé ante la vergüenza de no tener el liceo terminado y comencé a armar una batería de excusas: (que me fui a jugar a Arabia Saudita con 16 años, que luego volví a Peñarol, que esto y que lo otro). Nunca mencioné la verdad, que  no lo había terminado por pelotudo.

Luego de toda la sarta de explicaciones-excusas, le terminé diciendo que no, que me quedaba sexto año por hacer.

Fue un alivio enterarme de que él, también hijo de maestra, tampoco lo había terminado.
- Yo también dejé el liceo cuando terminé quinto –exclamó- ¿qué te parece si lo terminamos ahora?
Dicha proposición, al comienzo me sobresaltó. Yo ya era jugador de fútbol profesional al igual que él, tenía un sueldo que para un joven de veinte años era más que aceptable y no estaba en mis planes volver al liceo, a ese lugar que tanto había odiado en mis años de estudiante. Aparte, pensé en esos segundos mientras analizaba su sugerencia,  entrenábamos todo el día, de modo que sí o sí debíamos ir en horario nocturno. No, era un disparate, pensé. Sin embargo, lo miré, y, un tanto resignado, contesté:
-Puede ser.

Al otro día, arengado por su energía y bajo una, no menor, reticencia interna, fuimos a anotarnos.
En el trayecto, ambos nos tranquilizábamos mutuamente diciéndonos que si se nos hacía muy tedioso e insoportable, lo dejábamos y ya. Total, que importaba.
La verdad era que los dos estábamos con miedo. Miedo de volver a un lugar que habíamos dejado cuatro años atrás. Miedo a estudiar, miedo a estar en una clase. Era algo que no parecía compatible con un jugador de fútbol profesional.

Por suerte, ese marzo, finalmente comenzamos el liceo y fue una experiencia hermosísima. Estábamos todo el día entrenando fútbol, hablando de fútbol, con compañeros de fútbol, y luego, a la noche, era como entrar a otra dimensión. Un desconecte. Los  compañeros, unos fenómenos, gente que quería terminar el liceo al igual que nosotros, gente que se daba cuenta de que había desaprovechado sus años de juventud creyendo que el liceo no servía para nada y ahora volvían, arrepentidos, haciendo malabares para dejar a sus hijos en la casa sea con niñeras o parejas. En fin, se habían dado cuenta tarde, al igual que nosotros, de la importancia de terminarlo.

Recuerdo que hablábamos y estudiábamos en grupo. Fue hermoso. Éramos responsables, sacábamos fotocopias y apuntes, y nos llevábamos espectacularmente bien con los profesores, cosa que nunca me había pasado en la etapa de joven rebelde.

Lo cierto es que fue un año maravilloso. Con Diego terminamos el liceo y hasta el día de hoy lo seguimos considerando como uno de nuestros mejores años de vida. Fuimos muy buenos alumnos y, lo mejor de todo, hicimos amistades que perduran hasta el día de hoy.
Le agradeceré de por vida que me haya arengado ese marzo a volver a las clases así como él me agradece el hecho de haber aceptado su propuesta. De lo contrario, ninguno de los dos hubiera vivido una experiencia tan gratificante como la de volver a estudiar.



PROXIMOS EVENTOS



PRÓXIMOS EVENTOS


JUNIO:
Sab 7: Mesa de postres en AJUPTA.
Sab 7: Strogonoff del Rotary.
Dom 8: 3ª fecha Automovilismo.
Vier 13: Presentación Libro sobre Wilde Baridón.
Sab 14: Wafles a beneficio del Fondo Luisa Rostán.


 

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