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23 febrero 2014

HISTORIAS DE REMISE POR RAQUEL OUDRÍ: RECUERDO ESPECIAL

Hay alguien que ya no está entre nosotros pero su recuerdo no me abandona. La razón de esto es que durante muchos años usó mi servicio de remise por algo especial. Cuando cumplió 90 años ya no le dieron la libreta y entonces habló conmigo para seguir haciendo sus salidas en mi auto. Arreglamos sin problemas ya que me conocía desde que nací, era muy amigo de mis padres y fue compañero en Rotary muchos años. Inclusive él sonreía y me decía que tenía que hacerle caso porque me conocía desde antes de nacer, porque más de una vez había ido a mi casa en el campo y veía a mi madre con panza ordeñando y haciendo las labores de campo. Era una persona muy ordenada y meticulosa. En realidad fue la persona más meticulosa que traté en mi vida. Pondré un ejemplo para que se comprenda mi asombro por la minuciosidad. Un día me pidió que fuera por su casa porque tenía una sorpresa para mí. Había ido a Montevideo y fotocopió con color (aquí todavía no había fotocopiadora color) una tarjeta muy especial. ¡Era la tarjetita de Bienvenida al mundo que habían hecho mis padres en 1956 cuándo yo nací!. Parece que en esa época se repartía entre las amistades como presentación de la personita que llegaba al mundo. Esa tarjeta (de la cual yo no tenía ni idea de la existencia) era un pequeño tesoro que guardo hasta hoy porque no la tiene nadie. Además de este detalle me consta que este cliente recibía todos los diarios de la zona y los ordenaba de tal forma a medida que los iba leyendo y me decía que por ejemplo iba en mayo y estábamos en setiembre, porque se atrasaba en la lectura. Tenía otra costumbre que ahora extraño y era aparecerse con bombones de mañana temprano en todos los cumpleaños y aniversarios.

Tan meticuloso en estos detalles que a veces me despertaba el timbre y al abrir, medio dormida me lo encontraba parado en la puerta con flores o bombones y le preguntaba qué día era para saber lo que festejábamos. A veces lo invitaba a cenar con nuestra familia y encantado venía y nos entretenía con los cuentos de sus viajes a Europa y sus relatos de aquel mundial en Inglaterra. Iba casi todos los años a visitar a una hija y recorría en excursiones todos los lugares que podía. Antes de salir dejaba todo programado e inclusive la orden de que si fallecía en España no lo trajeran ni velaran porque total él ya había vivido suficiente. A veces cuando volvía aparecía con un obsequio de recuerdo que atesoro. Me traía platitos pequeños de colección que mostraba en mi comedor diario. Volviendo a nuestros viajes juntos después de sus 90 debo decir que eran: ir a playa Artilleros a controlar su casa de verano (que no usaba), ir a Montevideo a visitar sus hijas, a Colonia a controlar sus asuntos financieros o pagar cuentas o cuotas. Tenía la costumbre de pelearme y se enojaba porque decía que le costaba hacerme enojar porque yo no entraba en su juego. Le costaba subir y bajar del auto pero no quería que lo ayudara porque podía solo.

Por ejemplo quería que entrara a Montevideo por donde él quería y por miedo a perderme, guiada por un mapa llegaba a donde íbamos por donde yo quería. Si en alguna calle me equivocaba, él repetía varias veces que eso me pasaba por no hacerle caso. Siempre lo visitaba con mi esposo que lo admiraba por su lucidez y minuciosidad. Un día me invitó con un licor riquísimo de naranjas que guardaba desde que estaba su señora, esa tarde trabajé mareada porque lo tomé sin comer antes y era muy concentrado.

Nunca más volví a sentir ese aroma y sabor en un licor. A fin de año preparaba su casa para recibir a mucha gente que en grupos y en diferentes horarios íbamos llegando para brindar con él. Llevaba la cuenta y si alguien se olvidaba, lo llamaba por teléfono. También anotaba y controlaba a todos los que pasábamos por su casa el día de su cumpleaños, inclusive tenía el registro de los que llamaban. Si nos olvidábamos de ir o llamar tenía para reclamarnos el resto del año porque él nos daba el ejemplo no olvidándose nunca. Su casa y patio lucían hermosos, podaba y cuidaba con esmero cada planta que cultivaba desde que estaba acompañado. Una navidad el regalo fue fotos de plantas de su jardín para todos. La verdad que además de tener un hermoso recuerdo siempre lo tenemos como ejemplo de persona cuidadosa y ordenada. Lo extrañamos pero mantenemos viva su memoria en cada cosa que hacemos. Además fue fundador y miembro activo de muchas instituciones de la zona formando parte de nuestra historia local. Cuando faltó fue como perder a un amigo y un referente con el cual podíamos contar incondicionalmente porque sus consejos siempre tenían el conocimiento y la sabiduría de sus 90 años. Hace unos años, cuando ya no estaba, nos pasó algo que nos hizo recordarlo y si antes lo extrañábamos, ahora, nos hace falta para aconsejarnos ya que él tuvo muchos años enfrentando situaciones familiares difíciles.


Por: Raquel Oudrí de Allío
Publicado en periódico Verdad el 12 de octubre de 2007.


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