Como TararirasHOY ya informó en este artículo, el tarariresnse Elvis García estaba entrenando para
participar de la Ultramaratón Internacional en Montevideo. Allí
nuestro representante logró recorrer 170 kilómetros y 617 metros en
48 horas, girando en una pista de atletismo de 400 metros. Hubo
dolor, alegría y la hermosa obsesión por seguir adelante cuando el
cuerpo dice basta.
TararirasHOY dialogó al respecto con
el protagonista quién nos dijo lo siguiente:
“Desde que se realizó en
Montevideo la primer Ultramaratón de 24 horas, tenía ganas de
probar mis límites y competir en una prueba extrema de este tipo,
por distintas razones fui postergando esa loca idea. Este año, un
mes y medio antes de la Ultramaratón de 48 horas Uruguay Natural
decidí realizarla como un gran desafío para probar una nueva
experiencia y medir mi capacidad física y mental.
Lo primero que hice fue informarme
más sobre que tipos de entrenamientos se utilizaban y armé uno de
acuerdo a mi estado físico y horarios disponibles, ya que se
necesitan muchas horas de entrenamiento sobre todo en los fondos
(carreras de larga distancia) los cuales realizaba los fines de
semana. Ese mes y medio fue muy sacrificado, tenía que madrugar
todos los sábados y domingos, con fondos de hasta 9 horas por día
combinando trotes, caminatas, y luego ir a trabajar. Varios fines de
semana tuve que cambiar de compartir con mi familia a entrenar para
cumplir un objetivo.
Unas semanas antes del gran día se
me ocurrió la idea de transformar mis kilómetros en dinero para
beneficiar a alguien que lo necesite, entonces me comuniqué con el
Club Leo de nuestra ciudad y en unos días ya estábamos largando la
campaña donde se pedía donación voluntaria a las empresas de $10
por cada kilómetro de mi recorrido y el total recaudado se dividiría
entre las dos escuelas públicas de nuestra ciudad, la 38 y 142). Ese
proyecto sería otro impulso para sumar la mayor cantidad de
kilómetros posibles.
Cuando me inscribí, mi meta mínima
era llegar a los 100 kilómetros. Al comentarlo a mis amigos todos me
decían 'estás loco correr dos días y tantos kilómetros' pero
igual no cambió en nada mi decisión.
La ultramaratón internacional en la
que participé se divide en cuatro modalidades: 6, 12, 24 o 48 horas.
La competencia se basa en correr la mayor cantidad de kilómetros
posibles en ese tiempo y uno puede organizar su estrategia como
quiera. Se puede correr rápido, trotar suave o caminar. Está
permitido descansar o dormir el tiempo que se necesite. Siempre se
corre en la pista de atletismo de 400 metros y se cambia de sentido
cada 6 horas.
Llegó el día de la prueba, armé
mi mochila con todo lo necesario y viajé temprano hacia Montevideo.
Al llegar a la pista me recibió abundante lluvia y mucho frío pero
todo cambiaba con el recibimiento de los organizadores que a pesar de
no conocerme me saludaban con gran simpatía. Armé mi carpa lo cual
se me complicó bastante ya que al haber mucho viento arrancaba las
estacas y quedé empapado por la lluvia. Por el mal tiempo, varios
competidores llamaron a los organizadores para ver si se suspendía y
varios abandonaron antes de empezar.
El primer día de la competencia
troté y caminé nueve horas bajo lluvia con un viento intenso y
mucho frío, por lo que me decían compañeros con más experiencia,
esta fue una de las competencias más sufridas, pero a pesar de eso
logré desafiar al tiempo y seguir adelante, aunque varias veces se
me cruzó por la cabeza descansar y esperar que la lluvia pare. Cada
tres o cuatro vueltas tomaba agua o Gatorade y comía algo tratando
de no parar y seguir caminando. En la parte de alimentación e
hidratación, destaco lo completa que estaba la mesa exclusiva para
atletas; había bebidas deportivas, Sprite, Coca Cola, Fanta, agua
con gas, agua sin gas, y alimentos como pasas de uva, maní, queso,
dulce de membrillo, chocolates, zanahorias, pasta frola clásica y mi
preferida: pasta frola de dulce de leche. A parte de eso también se
servía desayuno, almuerzo y cena.
Luego de pasar 9 horas de luchar
contra la lluvia y el frío decidí dormir cuatro o cinco horas, las
cuales se convirtieron en 7 horas por el intenso cansancio.
Al otro día (sábado) me levanté y
comencé de nuevo a girar por la pista caminando varias vueltas para
despertarme y calentar bien antes de comenzar a correr. Mientras
caminaba o corría lo único que hacía era meditar, pensar y tratar
de entretener mi mente pero siempre consciente de que estaba en una
competencia y por lo tanto mientras me respondiera el cuerpo no
pararía por ninguna razón. Nunca había competido en una carrera de
más de 10 kilómetros, pero en mis entrenamientos había estado
hasta 9 horas en movimiento, tomando en cuenta que la pista no tiene
repechos, mi idea era hacer etapas de un poco más de esas horas.
Todo este mundo de ser ultramaratonista era nuevo para mí y eso me
hacía emocionar. Al haber hecho el día anterior 55 kilómetros
pensé, 'si eso lo hago en tres etapas seguro que llegaba a los 150
kilómetros' y eso me animó más a seguir adelante. El sábado logré
sumar 65 kilómetros más y así llegar a un total de 120 kilómetros
y con esto ya me sentía una especie de super humano. A esta altura
de la competencia ya estaba lleno de ampollas por lo que tuve que
dirigirme a la carpa de los médicos donde me atendieron de muy buena
forma y me vendaron los pies para que continuara la carrera. Estiré
mis músculos como lo había hecho el día anterior antes de dormir y
fui a descansar a mi carpa donde respondí mensajes a mi familia,
amigos, compañeros de trabajo del Municipio y compañeros del grupo
de corredores “Tarariras También Corre”. Fueron varios los
mensajes de aliento que recibí y eso la verdad me emocionaba mucho;
con esa mezcla de sensaciones de ansiedad, alegría, emoción y mucho
cansancio hasta me daban ganas de llorar. Esa noche calculé que para
llegar a completar los 180 kilómetros tenía que dormir menos de dos
horas, me acosté y gracias a mis vecinos de carpa que conversaban
todo el tiempo solo logré dormir 30 minutos.
Unos minutos antes de las doce de la
noche me levanté y me sentía como un zombie, me dolía todo, luego
de unas horas comencé a sentir que mi cuerpo caminaba como con
piloto automático, era como que ya no sentía más mi cuerpo, se me
cerraban los ojos y sólo miraba hacia el piso. Por suerte a toda
hora los organizadores y jueces estaban en la pista y cuando nos
veían decaídos nos hablaban y animaban diciendo 'vamo arriba, ya
queda poco, vamo arriba Luis' y aunque parezca poco, eso influía
sobre nuestro ánimo. Al rato comencé a mirar a los otros
competidores y me di cuenta que estábamos todos iguales, miradas
perdidas y hasta alguno llegó a caerse al piso por no coordinar bien
los movimientos. Ese momento es cuando te preguntás '¿que estoy
haciendo acá?' y nuestra mente comienza a tratar de frenarnos
tentado a la idea de dejar todo e ir a dormir. Algo que me llamó
mucho la atención que nunca había visto en las carreras que había
competido, fue ver a varios competidores acalambrados, paspados y
vomitando; esas imágenes me impresionaron mucho aunque era obvio por
ser una prueba que traspasa los límites del cuerpo y la mente.
Cuando se hicieron las siete y algo
de la mañana y comenzó a salir el sol, mi cuerpo comenzó a
llenarse de energía, pero en un momento cuando estaba trotando sentí
un fuerte dolor en el tobillo. Comencé a caminar pero ya no
aguantaba el incómodo dolor, fui nuevamente a la carpa de los
médicos los cuales me dicen que era un esguince, me masajearon con
una crema y me colocaron hielo para bajar la inflamación. Volví a
la pista e intenté correr pero el dolor era punzante, por lo cual
decidí hacer los últimos kilómetros solo caminando, estaba seguro
de que no iba abandonar. A las diez de la mañana llegó mi familia y
eso me puso muy felíz. Faltando dos horas para terminar la prueba ya
la mitad de los corredores caminabamos con dificultad por las
ampollas y el cansancio acumulado, y para distraer la mente
conversábamos con distintos atletas, de Montevideo, Carmelo,
Mercedes y hasta con los brasileños.
Faltando pocos minutos para
completar las 48 horas nos entregaron una regla con nuestro nombre la
cual había que dejar en el piso para medir justo cuánto habíamos
hecho. A las 47 horas con 55 minutos faltando la última vuelta,
todos olvidamos el dolor y el cansancio y comenzamos a correr, yo
tomé la bandera de Tarariras y aunque el dolor del tobillo era
insoportable corrí y completé la última vuelta mostrando mi
bandera con orgullo. Al final, cuando sonó una campana de aviso de
tiempo cumplido fue mi mejor momento en la carrera. Mi esposa, mi
hijo y mi madre me recibieron con besos y abrazos sintiendo una
emoción única y verdadera.
Uno de los organizadores, de los
cuales había conversado desde que me inscribí, me felicitaba por la
buena carrera que había hecho, y me decía 'muy bien Luis, pensabas
hacer 100 kilómetros y mirá a lo que llegaste'. Todavía me cuesta
creer lo que logré, a pesar del mal tiempo y que era mi primera vez,
enfrentarme a la monotonía de correr alrededor de una pista de 400
metros, logré realizar 426 vueltas a la pista, haciendo un total de
170 kilómetros y 617 metros, logrando el primer puesto en mi
categoría y sexto puesto en el ranking uruguayo 2017, imaginate ¡una
emoción increíble!.
Este logro fue el resultado de un
entrenamiento estricto en el cual lloviera, hiciera calor o frío
siempre cumplí al pie de la letra sumado a la fe en que lo iba a
lograr y así fue.
Al subir al podio y recibir la
medalla y el trofeo pensaba en que era increíble el poder de la fe y
lo que uno puede llegar hacer. Como digo siempre: 'si tienes una meta
sólo debes poner tu energía en ello y seguro que lo logras, ya sea
en el deporte o en la vida misma'.
Al terminar el evento pensé en no
volver a competir más en una ultramaratón, pero al otro día cuando
ya me sentía mejor, cambié de opinión al ver que algunos comercios
estaban apoyando el proyecto Corro por los Niños
y pensé, esto lo tengo que repetir para seguir superándome y
colaborar con mi gente. Ese proyecto tiene que perdurar en el tiempo
y hacerse todos los años para unir el deporte con la solidaridad y
demostrar que los tararirenses somos solidarios de verdad.
Por último quiero agradecer en
primer lugar a mi familia quienes son los que me apoyan siempre en
todo, a mis compañeros de trabajo del Municipio que siempre me dan
para adelante, a mis amigos y conocidos que me apoyan por las redes
sociales, al Club Leo Tarariras quienes organizaron el proyecto para
colaborar con las escuelas, al Municipio de Tarariras y Adeom
Colonia, quienes colaboraron para que pueda competir y a mi sponsor
Natural Life y Compressport por el apoyo en suplementos e
indumentaria deportiva”.
TararirasHOY felicita a Elvis García
no solo por superar su meta deportiva, sino que también por
colaborar con las Escuelas tararirenses con su proyecto solidario
llamado “Corro por los Niños”.