De terror:
A principios de los años 60, la
función de los jueves ofrecía nuevas alternativas en su
programación, en esta se alternaban películas de acción, misterio
y terror.
Fue en una de estas, que después de
una función donde las personas salían normalmente, y yo con cierta
prisa recorría los bancos cuando se encendía la luz, me encuentro
con una señora pequeña con la boca y nariz cubierta por una bufanda
colorida en medio de la sala.
Avisé a mi padre de la señora que en
principio pensé que estaba durmiendo y cuando ella se certificó que
no había más nadie en la sala comenzó a gritar el nombre de
Teófilo (mi padre) desesperadamente.
Ella cubierta con aquella bufanda bien
larga con flecos enormes alimentó la picardía de algún adolescente
(de sobrenombre Bele...) que detrás de la butaca acabó atando los
flecos de la bufanda de los dos lados inmobilizándola por el
pescuezo.
Sin duda para ella esa función fue de
terror.
Que yo sepa nunca más volvió al cine
(al menos de bufanda).
En otra situación, el vampiro corría
atrás de la protagonista en medio de un bosque, ella se oculta atrás
de un árbol a la espera de lo inevitable, el silencio crece, la
música aumenta, y el suspenso también.
Con su respiración entrecortada detrás
del árbol enorme, la protagonista gira lentamente a la izquierda
para intentar ver algo en la noche sombría. En ese momento el
vampiro aparece por la derecha y coloca su mano macabra de largas
uñas sucias en el hombro de la chica aterrorizada.
La espectadora (hoy en día una
respetuosa señora de un médico) no sabía que alguien atrás de
ella (que solamente llamaré Miguel P. de mi generación) ya
había visto esta película y repitió con la espectadora lo que el
vampiro hacia en la película, colocar su mano en el hombro derecho
de la chica al mismo tiempo.
El susto fue grande y su grito también;
así como las carcajadas que las acompañaron después de la sorpresa
general.
No creo que el grito en la película
fuera tan elocuente como el de la chica de la sala.
Volveré con más
historias...