Hace unos días que pienso en mi amigo
Jack, fiel compañero de tardes lluviosas, curioso, amigable y libre
callejero, que supo encontrar un lugar entre dos hogares, mi casa y
la de mis padres. Hace unos días, no sé, veo su sombra en todas
partes, siento su presencia en mi sueño y sus pasos entrando a casa,
aún conservo el reflejo de esperar que golpee la puerta, aún espero
que su silueta se dibuje sobre el sofá.
Mi amigo Jack yace sepultado en el
fondo de mi casa, yo mismo hice los honores y lo despedí. En la
madrugada de la “noche de la nostalgia” alguien le disparó,
alguien de la ciudad de Tarariras tomó la decisión de terminar con
su vida y cambiar para siempre la mía. No sé, no lo entiendo o
quizás no lo acepto, la “noche de la nostalgia” terminó, mas
para mí fue el comienzo de un sinfín de ellas, mil preguntas, mil
respuestas se me vienen a la mente, dos veces lo salí a buscar esa
noche como todas pero esa no lo encontré, mas al final no era mi
decisión, era su matador quien decidiría su destino y también
parte del mío.
Él logró llegar a casa, esperó que
me levantara y después murió en paz en mi regazo, aún conservo su
mirada en mi retina cuando por fin su brillo se apagó, lo lamento
tanto, aunque para su matador era solo un perro más, pero para mí
fue mi amigo Jack.
Cuando alguien decide terminar la vida
de un animal con familia decide también terminar con la felicidad
que a la familia él le brindaba.
Juan Andrés Vergara
(Juancho)